La implantación de los verdeos de invierno (VI) y las pasturas perennes (PP) difieren en sus requerimientos para convertirse en recursos forrajeros exitosos. Los VI tienen muchas menos exigencias para su logro que las PP, donde la siembra es un proceso que tiene muchos requisitos (antecesores adecuados, poca profundidad, semilla cubierta, humedad y temperatura de suelo apropiada, época de implantación ajustada y elevada fertilidad inicial). Todos estos factores determinan la evolución de las fases de germinación y crecimiento de las plántulas, que en las PP es un momento definitorio para el establecimiento de especies forrajeras que deben perdurar productivas, al menos 3-4 años.
Lo común en los dos tipos de forrajeras es que la calidad (poder germinativo, pureza y sanidad) y la protección de la semilla a sembrar debe ser la adecuada. Sin embargo, los VI, ya sea los cereales usados como recursos forrajeros (avena, centeno, triticale, cebada o trigo) o el raigrás anual son mucho más fáciles de lograr que las PP al momento del establecimiento, si cumplen con los dos aspectos señalados. Por ello se los suele sembrar con éxito al voleo, con avión o fertilizadoras con tolvas presurizadas, incluso antes de cosechar el antecesor agrícola.
En los dos cultivos es necesario realizar una evaluación pos-establecimiento para tener una valoración del éxito de la operatoria. Normalmente el recuento de plantas (es la variable más usada) a los 60-120 días, dependiendo si se trata de VI o de PP, nos indica cuan ajustada fue la implantación. Sin embargo, otras pueden ser las formas de evaluar un VI o una PP como ser: cobertura del suelo por espacios vacios, cerramiento del surco y otras.
A continuación se indica, lo que es esperable en el número de plantas logradas, asumiendo que el productor o asesor del campo desean medirlo. Aceptando que se sembraron de 200 a 350 semillas viables (sv).m-2 para un VI, según se trate de zonas semiáridas o húmedas, lo deseable es obtener un 80-85 % de plántulas a los 60 días desde la siembra para las dos regiones respectivamente, es decir alrededor de 170-280 plantas.m-2. En regiones de clima más seco se pretende lograr menos plantas por unidad de superficie, para evitar la competencia excesiva de recursos ambientales escasos, normalmente hay restricciones de humedad y ocasionalmente de fertilidad. En regiones más húmedas, es frecuente que haya más recursos naturales, pero menos eficiencia de logro de plántulas por mayor incidencia de enfermedades y plagas. En las PP se consiguen valores menores, asumiendo que se sembraron 300-450 sv.m-2 según la mezcla y la región y alcanzando un resultado de ⅔ de la relación plantas logradas/semillas viables sembradas, que es adecuado en condiciones de campo, se deben medir entre 180-300 plantas .m-2.
En algunas especies es más importante alcanzar el número de plantas deseadas a los 90-120 días desde la siembra como es en: alfalfa, raigrás perenne o agropiro alargado. La semilla de la leguminosa suele no tener alta proporción de semillas duras y las plántulas que nacen son como máximo lo que se logra. A partir de ese valor comienza una pérdida rápida del número de plantas. El segundo no tiene capacidad de resiembra o simplemente no tiene órganos de dispersión vegetativa como pueden ser los estolones y/o rizomas, que si tienen otras especies. Finalmente en los suelos donde se implanta el agropiro alargado requieren de una alta y rápida cobertura para evitar los espacios vacíos, que rápidamente son tomados por las sales y/o el sodio.
En las especies con alta capacidad de resiembra, como: lotus tenuis, cebadilla criolla, raigrás anual y avena o en aquellas que tienen órganos vegetativos de dispersión (estolones) como el trébol blanco y en menor medida algunos cultivares de festuca alta que tiene rizomas cortos, hay posibilidades de compensación más o menos importante, por la falta de plantas a dos o tres meses desde la implantación.
En alfalfa, si bien la densidad de siembra puede tener una respuesta sobre el número de plántulas instaladas y por lo tanto en la producción de los primeros usos (cortes y/o pastoreos), existen compensaciones entre el tamaño y número de plantas que determinan que las diferencias en la acumulación de forraje sean de menor magnitud en el largo plazo. Adicionalmente, a medida que aumenta el número inicial se incrementa la mortalidad de las plántulas, por la mayor competencia intraespecífica y finalmente a medida que pasa el tiempo tiende a estabilizarse en valores similares de número de plantas. Por estas razones densidades muy elevadas pueden tener un efecto negativo, teniendo en cuenta el aumento en el costo de la semilla. Para la región central de Santa Fe y oeste de Buenos Aires iniciar con un valor de alrededor de 250-300 plantas.m2 en la primer primavera son considerados adecuados para lograr pasturas altamente productivas.
Dentro de los factores que determinan un establecimiento exitoso, la densidad de siembra es un aspecto productivamente clave en los primeros años de vida de un agropiro alargado. En suelos con limitaciones severas, luego del primer año de implantación, la siembra de 300 semillas viables m-2 evidencia, con o sin laboreo mínimo, una mejor estructura de la pastura que 100 semillas viables m-2. Las diferencias en acumulación de forraje a favor de los valores intermedios a altos persisten hasta los dos años y medio luego de la implantación.
ING. AGR. Oscar Bertín
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