Los mejores suelos de la región pampeana húmeda y subhúmeda con capacidad de uso I, II y III son destinados a agricultura continua en forma común, sin rotación con ganadería, salvo en la excepción de los sistemas mixtos o en el tambo, donde se los suele aprovechar para la producción de granos (oleaginosos y cereales), con el fin de controlar malezas, o cultivos forrajeros: maíz o sorgo para silaje y verdeos de invierno. La rotación con pasturas perennes templadas (PP) es poco frecuente.
En el país las relaciones aplicación/extracción de nitrógeno (N), fósforo (P), potasio (K), calcio (Ca) y azufre (S) en la producción de granos dan balances negativos. Como consecuencia de ello, a través del tiempo, si no se cumplen las tres premisas de la conservación del suelo: rotación de cultivos, reposición de elementos químicos y siembra directa, se genera la degradación del ambiente edáfico.
Las consecuencias de las rotaciones inadecuadas son: caída del pH, baja de la materia orgánica (MO), compactación superficial y disminución hasta niveles críticos de los macro/micro nutrientes.
La implantación de PP en lotes agrícolas degradados, tanto en sus aspectos físico, biológico y/o químico, se caracteriza por un bajo número de plantas logradas, un crecimiento inicial lento y escasa producción de pasto en los primeros usos. La oportunidad edafoclimática para hacerla, el antecesor, la fertilidad y el sistema de siembra constituyen factores determinantes para el adecuado establecimiento de las especies forrajeras.
Las semillas de las forrajeras que integran las PP se caracterizan por su reducido tamaño y mayores exigencias en las condiciones del lecho de siembra que las principales especies anuales para grano: soja, maíz, trigo, girasol, cebada y sorgo. Es cada vez más frecuente observar fallas parciales o totales cuando se quiere volver a PP, luego de ciclos agrícolas extensos, sin los debidos recaudos para mantener la fertilidad.
La alternativa para corregir los problemas de acidez en el entorno edáfico (bajo pH) es la utilización de enmiendas calcáreas que aumenten el contenido de bases o álcalis que liberan iones hidroxilo (OH-) y presentan propiedades alcalinas y por lo tanto neutralizan los protones que resultan del proceso de acidificación. Los materiales más comunes que se pueden usar para ese fin son: “caliza o cal viva”, “cal apagada”, “conchilla” y “dolomita”. Los productos que se comercializan en forma habitual en el mercado local, corresponden a: óxido de calcio conocido como cal viva o caliza (Ca O), hidróxido de calcio (Ca(OH)2) denominada cal apagada o hidratada, los dos de rápida reacción en la solución de la tierra, calcita, conchilla o carbonato de calcio (CO3Ca) y carbonato de calcio y magnesio o dolomita ((CO3)2 Ca Mg), cuyas solubilidades dependen de la fineza del producto. La decisión de qué tipo de enmienda se debe utilizar está de manera directa relacionada con la cantidad de carbonatos que determina la capacidad neutralizante. Sin embargo, en PP hay un factor tan importante como el anterior que define el tipo de enmienda, como es la disponibilidad de Mg, elemento que suele ser deficitario en algunos sitios y que genera en ciertos años eventos de hipomagnesemia en animales en pastoreo, más común en verdeos de invierno que en PP, pero que no hay que descartarlo en estas últimas, sobre todo si no tienen leguminosas en la mezcla. Se estima que como valor límite para prevenir la hipomagnesemia, el forraje debe contener un 2 mg.g-1 de Mg. Bajo estas condiciones la mejor enmienda corresponde a dolomita que tiene una mayor capacidad neutralizante y realiza un importante aporte de Mg, necesario para una nutrición equilibrada de los animales en producción. Las aplicaciones de dolomita en PP, permiten un mayor equilibrio en el componente nutricional de las plantas, incrementa a nivel foliar el contenido de Mg y reduce el “consumo de lujo” de Ca que realizan las plantas y que genera desequilibrios en los programas de alimentación animal. La aplicación de enmiendas además de incrementar el valor de pH posibilita aumentar la disponibilidad del P, reduciendo así su fijación en los coloides de la tierra, elevando la actividad microbiana capaz de mineralizarlo y amplia el desarrollo radicular que permite una mayor exploración de las raíces en el perfil edáfico.
La corrección del tenor de MO es, quizás, el problema más complejo e importante, ya que es de largo plazo y sólo se consigue con la acumulación de residuos vegetales en rotaciones con gramíneas como trigo y mejor aún maíz o sorgo y en aquellos hechos para ese fin, como: “cultivos de servicios”, “cultivos de cobertura”, “abonos verdes” o “puentes verdes”, denominaciones que varían según la época, el país y el fin para lo cual se los realiza. Las PP contribuyen a elevar la MO pero lo hacen siempre y cuando no sean modelos con excesivo aprovechamiento del pasto utilizando cargas animales moderadas que sacrifican niveles productivos. El nivel de S está muy relacionado al contenido de MO, de modo que si se aumenta esta última se pone a disposición de las plantas este macroelemento.
El nitrógeno total (Nt) se puede reponer con leguminosas, noduladas de manera eficiente a través de la inoculación de la semilla y los otros nutrientes como P y K sólo con la aplicación de los fertilizantes que lo contienen, cuando se han agotado los recursos que provee la “roca madre” que dio origen al suelo, en los horizontes a la cual acceden las raíces de las PP.
Las condiciones climatológicas, los mecanismos de recuperación natural del entorno edáfico y los mecanismos adaptativos de las plantas pueden ser de gran importancia en la capacidad de sobrellevar las secuelas negativas de la compactación superficial, ya sea por el pisoteo animal o el tránsito de la maquinaria agrícola.
Una mirada integral se debe tener sobre todas las variables físicas, biológicas y/o químicas, sin embargo quizás la más importante sea la materia orgánica, que en cierta medida sintetiza “la salud del suelo”.
ING. AGR. Oscar Bertín
Fuente: Semillas Biscayart